22 julio 2010

Lo que importa es la Revolución

¿Se percatan estos guerrilleros y terroristas de que ellos son unos (desgraciadamente) eficaces fabricantes de miseria? Probablemente no. La acción revolucionaria es como una especie de opio que adormece las entendederas y anestesia las sensaciones humanas más elementales. Se equivocan quienes creen que los terroristas sienten remordimientos ante el niño despanzurrado por una bomba o ante los obreros hambrientos porque su centro de trabajo ha tenido que cerrar. Esos son dos meros accidentes de la lucha, anécdotas sin importancia. Lo importante, lo trascendente no es el hombre pequeñito, municipal y espeso, sino el Hombre Histórico, así con grandes mayúsculas llenas de intenciones patrióticas. ¿No lo dijo, en otro contexto, un poeta romántico español del XIX? «Que haya un cadáver más ¿qué importa al mundo?» Como si son diez millones. Lo que importa es la revolución."
Plinio Apuleyo Mendoza "Fabricantes de Miseria"

16 julio 2010

Ortega y Gasset

La gente, la sociedad, tiende cada vez más a aplastar a los individuos, y el día que pase esto habrá matado la gallina de los huevos de oro


La frase progre

Addison, en su entrada del pasado 24 de mayo, 2010 nos obsequia con la brillante parrafada publicada en el editorial de "El País", periódico amigo de sus amigos:

"Esta es la hora en la que la oposición deberá estar a la altura del Gobierno al aprobar el decreto de recorte del gasto público"

Yo, por mi parte, prefiero quedarme con la frase del propio Addison, que a fuerza de evidente, desconcierta por su poca popularidad:
La economía española necesita que la mitad del Estado desaparezca pero ya, y que el dinero público que sobre vuelva a los ciudadanos para que estos lo inviertan como crean conveniente. En el sector privado, por supuesto, que es el que crea riqueza y prosperidad.

Este loco mundo estatal.

Dicen por ahí, que el mundo está loco. Los políticos, el funcionario de la política, olvidados de su función se han vuelto un fin en si mismos. Sobrevivir. Mantener el poder a toda costa, alimentando el mito de lo mucho que la sociedad los necesita para arreglar todos nuestros problemas.
Ellos nos dicen, sin mayor reparo, qué es bueno para nosotros y qué no.  Su preocupación llega a tal extremo que nos prohíben hacer, amenazándonos con horribles castigos, si incurrimos en la grave falta de hacer lo prohibido. Son tantas y tantas las leyes que han realizado. Son tantas las que se preparan a promulgar. 
Nunca hubiese imaginado que esto de vivir fuese tan complicado.
Pero, qué tanto necesito yo de un cuerpo de ministros, asesores, alcaldes, gobernadores, concejales y una ristra de cargos administrativos. Departamentos de control. Y quién controla al controlador?
El estado, ese aparato mayúsculo, de una eficacia minúscula, nos ahoga. Nos quita lo logrado con nuestro esfuerzo y trabajo para repartirlo entre todos. Para garantizar los derechos de los ciudadanos.
No hay nada más injusto en el mundo que quitar a quien trabaja para dárselo a quien no, a cambio de nada.
Otra cosa es la caridad pública, o políticamente más correcto, la solidaridad social, que no deja de ser otra cosa más que caridad (En la religión cristiana, una de las tres virtudes teologales, que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos. Actitud solidaria con el sufrimiento ajeno. Obra de caridad: la que se hace en bien del prójimo).
Qué nos impide desmontar el elefantiásico estado que poseemos? Por qué extraña casualidad a mayor «estado de bienestar» mayor infraestructura estatal, mayor costo?
Por qué lo que obtenemos a través del funcionario sería más económico o más eficaz, de mayor calidad? La explicación quizás la encontramos en el mito de que «no cuesta nada al ciudadano». En la sanidad pública usted no paga al hacer uso de ella, en los institutos y universidades del estado, usted no paga nada al hacer uso de sus servicios. El estado subvenciona teatros, museos, cine, orquestas y un sinfín de manifestaciones culturales. Y por ello, si la calidad de la enseñanza pública  es mala, si la asistencia sanitaria es peor, no reclamemos, porque es gratis. Y ahí es donde está la trampa.
Usted no paga nada porque ya le cobraron, usted paga al estado durante las 24 horas del día los 365 días del año. Mientras duerme, su nevera consume electricidad, que le facturan con el recargo impositivo correspondiente. Paga, a través del IVA, al consumir, pan, ver la película subvencionada, con su propio dinero; bien podríamos decir que paga dos veces: una para que la hagan y otra por verla. Paga cuando se compra un par de zapatos, paga cuando pone combustible en su automóvil, paga cuando se compra una vivienda y hasta hace poco pagaba también por la decisión de sus padre de dejarle en herencia una propiedad por la que habían pagado impuestos toda la vida y, sobre todo,  paga, cuando el estado le extrae un porcentaje del dinero que usted ganó producto de su esfuerzo, ideas, dedicación y arriesgando su capital. Porque, no nos equivoquemos. Aquí todos somos empresarios, sin excepción. El picapedrero alquila sus brazos, su fuerza, a un precio acordado y su capital consiste justamente en eso, sus brazos, su fuerza y aspira a sacar el mayor beneficio de ella.
Y pagamos, sin pensar, sin exigir, sin reclamar, porque, aquí el otro gran mito: «el dinero público no es de nadie». Error de errores!. El dinero público es suyo y mío. Sobretodo mío, que he sentido en el alma como me lo han arrebatado y ahora pretenden utilizarlo según se le antoje al mandatario de turno, sin dar explicaciones y, lo que es peor, sintiéndose ofendido al exigirlas, porque, «el dinero público no es de nadie». 
Nadie. Entiéndase bien, nadie sabe mejor que yo en que gastar mi dinero. Y la caridad pública, perdón, la solidaridad ciudadana, es justamente eso: un asunto de los ciudadanos y no del estado.
Para administrar mi capital no tengo porque pagar al administrador un chofer, un despacho descomunal, un asesor, unas vacaciones que no puedo disfrutar yo, ni una jubilación prematura con la que difícilmente pueda hacerme yo, que soy quien la paga.
Es hora de asumir responsabilidades. Menos estado, menos funcionarios, mas emprendedores, mismos riesgos pero con menos mentiras.
Es hora de entender que un país es lo que cada uno de nosotros hacemos que sea. Es hora de elegir: esclavos de un estado paternalista que nos «garantiza seguridad» u hombres libres dispuestos a asumir los riesgos de defender nuestra libertad.

15 julio 2010

Recordando a Jualián Marías (1914 - 2005)

El hombre, aunque se obstine en negarlo o en hacer como que no se entera, es libre y por ello responsable, y tiene que justificarse por lo pronto ante si mismo. Cuando no lo hace sabe que se está engañando, que está cerrando los ojos a lo que ve apenas los entreabre, para poder seguir sesteando en esa zona de penumbra en la que dimite de lo que lo es más propio, de su condición inexorable e intrínsecamente personal.( "Males presentes"  - ABC 31.X.2002)

La santísima trinidad bolivariana

En nuestra bolivarianísima Venezuela, ahora que el iluminado caudillo que la preside tacha de "troglodita" al obispo de Caracas (palabra de Chavez..... te alabamos presidente!!!), el gobierno ha decidido hacerse con los sagrados misterios que abrazan quienes profesan esa mayoritaria religión católica en el país. Y son misterios porque o crees o no crees, no hay matices. Cuestión de fé. Así que ahora podremos tener tres poderes separados pero reunidos en uno solo. Es el sagrado misterio revolucionario y socialista de la fe roja-rojita.
"La presidenta del Tribunal Supremo de Justicia declaró que no piensa que debamos continuar con poderes independientes, independencia del poder judicial, porque eso debilita el poder del gobierno. De modo que si esa es la opinión de la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, imagínese lo que sucede debajo de ese nivel".(Guillermo Zuloaga en entrevista a The Wall Street Journal (EE.UU.) el 12 de julio de 2010.)

A mitad de verano

Estamos en el ecuador de Julio. Un mundial de fútbol en bolsillo español. Una España en la que la gente de a pie y sus políticos están no solo divorciados si no a punto de convertirla en el primer país "bananero" de la vieja Europa.

Un país donde solo se puede lucir bandera y símbolos patrios cuando hay una excusa, como lo fue la eurocopa y lo es hoy el mundial. Navajazos de excepción aparte. Debate de la nación en el congreso. Cuál nación, cuál debate. Escarceos de boxeadores temerosos de perder puntos ante el abúlico juez que votará por el ganador en un par de años, a tenor de la afirmación del ilustre contrincante, actual poseedor del título presindencial, "cueste lo que cueste".... y a quien le cueste, añadiría yo.

El calor apretaba días atrás En esta Galicia, perdida en la nación de naciones y olvidada en los quereres de sus propios hijos. Lo minoritario es mayoría. Los menos son más y por ende nos dirán qué, cuándo, cómo, por donde y en qué idioma.

Quiero pensar que los años pesan y el desanimo hoy me atenaza el corazón; que será pasajero, una vez más. Será el calor. O quizás la apatía de estos políticos de profesión, sin metas, sin proyectos de futuro, sin ideas concretas. Y al final resultará que no es de ellos la culpa, más bien son la sencilla consecuencia del aborregamiento de una sociedad que se ha negado a pensar y responsabilizarse de sus vidas.

Bajo el mito de lo gratis, la sanidad es "gratis", la educación es "gratis", las subvenciones "gratis", las becas para recorrer Europa en plan Erasmus son "gratis". Que caro nos está saliendo tanta gratuitidad!,

España pronto estará de saldo. Compre usted cataluña y llévese, "gratis", Valencia y Zaragoza; no solo eso, si hace su pedido antes de fin de més le entregaremos Galicia, las Bascongadas y Navarra, con un juego de traducción simultanea.

Se acaba el botellón, termina la fiesta. Ahora amenaza con quiebra la liga de futbol. Acogemos, como humanitaria prisión de la Alianza de las incivilizaciones, a los expatriados cubanos. Y nos enorgullecemos de que han liberado a "presos políticos" y ahora canalizaremos nuestro esfuerzo a lograr que la Unión Europea no sea tan "maluca" con "la isla". Fidel, Raúl y Chavez, biblia en mano. Me pregunto si, por omisión, es el modelo que estamos aceptando para esta "Expaña" aconfesional y acomplejada. Los bolivarianos se dicen rojos, rojitos. Aquí, en ausencia de país, tenemos a "la roja".

Así nos va!.